En el tiempo de la guerra, el hambre tomó diversas formas; una de ellas fue la de una
vieja grande y fea que recorría los caminos y evitaba entrar a las casas donde había
apio porque el apio la desterraba: “Mi mamá señora Higinia Albarracín y su hermano Modesto eran huérfanos, vivían los dos en la casa paterna. A mi tío Modesto y a muchos otros hombres los cogieron para la guerra a la salida de la iglesia, un domingo día de misa. Mi tío se llevó a mi mamá señora a la guerra para no dejarla sola y desamparada y estuvieron con las tropas en diferentes lugares.
Contaba que el hambre era terrible y alzaban lo que encontraban en el camino: las auyamas, zapallas, ñame, yuca, plátano y animales. No llevaban para dormir esteras sino cueros y al final terminaron comiéndoselos hervidos en agua con sal que sacaban de Salinita. En el campo la gente escondía la comida y los enseres en el monte, entre las peñas y no cocinaban en el día porque el humo los denunciaba.
Mi mamá señora siempre decía que el apio destierra el hambre, y nos contaba que en el tiempo de la guerra veían andar por los caminos y rondar por los ranchos a una mujer grande, vieja y fea vestida de negro que no entraba a las casas donde había apio porque el apio la desterraba”.
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